Como animal racional, el ser
humano busca la verdad. Como animal perezoso se cansa de indagar y decide que
las cosas son lo que a cada uno le parecen. Los mitos suelen ser un fruto
natural de la complejidad del mundo y la pereza del hombre, y, entre ellos, el
relativismo ocupa un lugar preeminente. ¿Se puede hablar de la verdad y el bien
en una sociedad democrática, libre y pluralista?¿No tiene cada uno derecho a
vivir como quiera y a pensar como le plazca? En la respuesta a estas preguntas
esenciales nos jugamos la salud de nuestras sociedades libres. Y esa respuesta
consiste –en gran medida- en saber de qué estamos hablando cuando hablamos del
bien, de la verdad, del pluralismo y del relativismo.
La razón atropellé,
La virtud escarnecí,
A la justicia burlé
Y a las mujeres vendí”.
Sacado del libro de José Ramón Ayllon: Los Nuevos Mitos
El pluralismo supone el reconocimiento
práctico de la libertad humana, y consagra la convivencia de puntos de vista y
de conductas diferentes, Sin embargo, solo es posible cuando las diferencias se
apoyan sobre valores comunes. Eso significa que el pluralismo debe afectar a
las formas, no al fondo. Porque el fondo en el que se apoya la libertad debe
ser un fondo común, que hace las veces de fondo de garantías, y que son las
exigencias fundamentales de la naturaleza humana: los Derechos Humanos. El pluralismo
–a modo de ejemplo- puede admitir diferentes formas de manifestar respectos a
las mujeres, a la justicia, a la virtud y a la razón. Lo que no puede es
aprobar la conducta de Don Juan Tenorio:
“Por donde quiera que fuiLa razón atropellé,
La virtud escarnecí,
A la justicia burlé
Y a las mujeres vendí”.
Sacado del libro de José Ramón Ayllon: Los Nuevos Mitos
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