Me ha venido a la memoria el personaje
de un tebeo ya antiguo, Rosauro era un niño de meses que devoraba todo, sillas,
mesas, comida, parece ser que tenía un hambre voraz y absolutamente nada se le
resistía a un par de dientes delanteros con los que daba fin a todo.
Siempre me ha llamado la atención una frase que a veces se repite en demasía: “perdono pero no olvido”, lo correcto, lo acertado es que si se perdona de verdad, también hay que intentar olvidar; y esto no sólo por el perdonado sino esencialmente por el bien del que perdona. No guardar resentimientos nos aligera de pesos absurdos en el viaje de la vida y conlleva alegría de vivir. ¿Qué es difícil perdonar?, a veces sí, hay que pedirle ayuda a Dios para poder hacerlo, pero compensa el esfuerzo.
Hay una viñeta de Mafalda con Susanita donde esta última le muestra unos tarros llenos de líquido con unas fechas, a la pregunta de Mafalda sobre que es aquello, Susanita le responde que son lágrimas recogidas en distintos disgustos, he buscado la viñeta pero no la he encontrado, por eso la cuento. No hagamos nosotros algo similar, empaquetar los disgustos que nos hemos llevado en nuestra vida, ponerles fechas y almacenarlos en nuestra memoria, es absurdo, la memoria y la imaginación nos pueden hacer “malas pasadas”, es mejor vivir el presente y proyectarse hacia el futuro como nos aconseja el Dr. Rojas.
Para acabar recojo los datos de un libro que es muy interesante: “Del resentimiento al perdón: Una puerta a la felicidad”. Francisco Ugarte. Ed. Rialp. Madrid 2004. Tiene un formato pequeño y solamente 80 páginas, aconsejo que se lea porque compensa abrir la puerta de la felicidad.
¿Por qué me he acordado?, porque el tema
sobre el que quiero escribir, se asemeja a Rosauro, destruye todo, pero antes
que a los demás, a sí mismo, se trata del resentimiento.
En la vida una se encuentra a personas
que en su memoria albergan sucesos ocurridos de hace 15, 20, 25 o más años; y
los recuerdan con precisión. Me río yo de los ordenadores de potente memoria,
se quedan en nada al lado de estos personajes eternamente agraviados por los
demás y que cultivan el resentimiento como una flor cara, la riegan cada día,
sin ser conscientes que están cultivando su propia infelicidad. Dice el Doctor
Enrique Rojas que: “una personalidad sana
es aquella que vive instalada en el presente, tiene digerido el pasado y está
proyectada sobre el porvenir”. Tener digerido el pasado, cuando se hace una
mala digestión se pasan malos ratos. Las cosas, los sucesos que Dios permite
que nos sucedan son ocasiones estupendas para crecer interiormente, adquirir
paciencia y otras muchas virtudes –valores se dice ahora- y no debemos
desaprovechar esas oportunidades anclándonos en un pasado que ya no se puede
remediar y menos para amargarnos y amargar a los que nos rodean.Siempre me ha llamado la atención una frase que a veces se repite en demasía: “perdono pero no olvido”, lo correcto, lo acertado es que si se perdona de verdad, también hay que intentar olvidar; y esto no sólo por el perdonado sino esencialmente por el bien del que perdona. No guardar resentimientos nos aligera de pesos absurdos en el viaje de la vida y conlleva alegría de vivir. ¿Qué es difícil perdonar?, a veces sí, hay que pedirle ayuda a Dios para poder hacerlo, pero compensa el esfuerzo.
Hay una viñeta de Mafalda con Susanita donde esta última le muestra unos tarros llenos de líquido con unas fechas, a la pregunta de Mafalda sobre que es aquello, Susanita le responde que son lágrimas recogidas en distintos disgustos, he buscado la viñeta pero no la he encontrado, por eso la cuento. No hagamos nosotros algo similar, empaquetar los disgustos que nos hemos llevado en nuestra vida, ponerles fechas y almacenarlos en nuestra memoria, es absurdo, la memoria y la imaginación nos pueden hacer “malas pasadas”, es mejor vivir el presente y proyectarse hacia el futuro como nos aconseja el Dr. Rojas.
Para acabar recojo los datos de un libro que es muy interesante: “Del resentimiento al perdón: Una puerta a la felicidad”. Francisco Ugarte. Ed. Rialp. Madrid 2004. Tiene un formato pequeño y solamente 80 páginas, aconsejo que se lea porque compensa abrir la puerta de la felicidad.
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