"Los hombres pierden la salud para ganar
dinero, después pierden el dinero para recuperar la salud. Por pensar demasiado
en lo que les depara el futuro, se olvidan del presente de tal modo que al
final no viven ni el presente ni el futuro. Y viven como si nunca fueran a
morir y mueren como si nunca hubiesen vivido".
Hay que reconocer que esta frase está llena de verdad y
sentido común, -el menos común de los sentidos-. Hace ya algún tiempo publiqué
en este blog la historia de la ranita a la que estaban cociendo poco a poco y
cuando quiso reaccionar ya no tenía fuerzas para saltar fuera de la olla y
murió; decía en aquella ocasión que a nosotros también nos estaban cociendo,
poco a poco un gran número de personas van haciendo suyas ideas, formas de vida
y de pensamiento que a la larga ni a la corta les conducen a la felicidad, a
esa felicidad que se busca con tanto afán.
Los medios de comunicación ocultan celosamente que por
desgracia muchos hombres –varones- se suicidan a causa de las separaciones y
divorcios. ¿Se acuerdan ustedes cuando nos vendieron el divorcio como la
panacea que evitaría todas aquellas situaciones tristísimas y desgraciadas que
vivían un ingente número de personas?, pues por los resultados parece ser que
ni eran tantas ni la situación posterior ha sido mejor.
Pienso que hay que aprender a vivir, asignatura que no
es fácil, pero que hay que empeñarse en aprenderla y pasa por valorar lo que se
tiene, dejar de añorar lo que no se tiene y probablemente no consigas. Disfruta
de lo que posees, haz todo el bien que puedas. Me acuerdo de unas frases que
quizás puedan ayudar: “pide sabiduría para distinguir las cosas; pide fortaleza
para cambiar lo que se puede cambiar y pide paciencia para llevar bien lo que
no está en tú mano cambiar”. Quiero hacer hincapié en el “pide”, en esta
sociedad donde nos han vendido poco menos que el hombre lo puede todo por sí
mismo, cada día estamos tropezando con la realidad, podemos muy poquito y
necesitamos muchísimo de Dios, del Dios que nos empeñamos a veces en quitarlo
de nuestra vida, en todos los órdenes y en todas las edades, y así nos va.
Lo hemos sustituido por el dinero y ahora tenemos poco dinero
y a Dios lo hemos echado, ¿Qué nos queda?: Rectificar, dice el dicho que “rectificar
es de sabios”, pidamos entonces la sabiduría necesaria para volver a empezar
procurando esta vez poner unos cimientos más firmes.
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