Un lugar primero y esencial de aprendizaje de
la esperanza es la oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me
escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre
puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata
de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de
esperar-, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad…; el que
reza nunca está totalmente solo. (Benedicto XVI. Spe salvi)
Cuando no se camina al lado de Cristo, que nos
guía, nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos
ciegos y egoístas, la de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosos y
volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí. (JMJ en Madrid)
Edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme
que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará
temblar y en vuestro corazón reinará la paz. Entonces seréis dichosos, y
vuestra alegría contagiará a los demás. (JMJ. Madrid)
Para descubrir y seguir fielmente la forma de
vida a la que el Señor os llame a cada uno, es indispensable permanecer en su
amor como amigos. Y, ¿cómo se mantiene la amistad si no es con el trato
frecuente, la conversación, el estar juntos y el compartir ilusiones o pesares?.
Santa Teresa de Jesús decía que la oración es “tratar de amistad, estando
muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. (JMJ. Madrid)
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